ENTREVISTA AL SR ROMAN ECHEVARRIA

ENTREVISTA AL SR ROMAN ECHEVARRIA

  

 

Román Echevarría Sánchez

Piura, 19 de Enero de 1993.

 

 

 

Me inicié en los gallos en Chiclayo, donde he nacido. Conocí a aficionados mayores como Pepe Silva Salgado, Pepe Cabrera Castro, Emilio Linares, Don Panchito Bracamonte, Armando Baca Rossi, todos de gran prestigio en el Norte. En la época que llegaron de Trujillo unos gallos japoneses a revolucionar todo lo que teníamos, conocí a Juan Koide. Para mí, el gallo antiguo español estaba cruzado con el asiático, con tendencia al español aclimatado en el Norte. Era un gallo fuerte, guapo, muy metedor de cacho. No se le podía dar dos o tres jaladas pues definía una pelea. La única diferencia notable fue que no tenía nada de maña. En una pelea normal se le sacaba un ojo, volteaba a entregar todo y por ese lado lo ganaba. Hubo otros gallos de ese tipo, el famoso “Lengua”; creo que era de los Pita quienes junto con Solano y Felipe, estaban cruzando con los japoneses. Esos gallos han tenido un porcentaje de base de mi cría. Le pusimos casi el 60% de la línea de Koide y para mí, era un Shamo no tan grande como el verdadero del Señor Elías del Brasil, de Argentina o Japón. Ese gallo me encantó por su pluma muy apretada, de colores vistosos, una pinta majestuosa diferente a lo que conocíamos. Hubo quienes sustrajeron gallinas del corral de Koide, para conseguir lo puro que tenía y así llegó a Chiclayo una gallina. También Don Arístides Pita, un sacerdote que fue mi maestro de literatura y gran aficionado, trajo de Irlanda unos gallos que para mí fueron Ingleses porque metían cacho y tenían acierto. Metimos también este gallo, pero nos dimos cuenta que era un poco falto de raza, que se abrían los hijos y habremos dejado un 3% del Irlandés. Pepe Silva que es el más visionario, consiguió el gallo acertado, mañoso, fuerte y rápido. También apareció un señor Souza de Motupe que tuvo un gallo fenómeno. Decían que era un cruce de los que había en Trujillo con gallo chileno. A ese gallo lo vi retirarse invicto con 24 peleas. Pepe Silva lo metió a su cría y agregó el color verde, casi azulino a los huevos y mejoró tremendamente la línea. Por casualidad uno de los hijos de ese gallo, llamado “Sánchez Cerro” y que tenía algunos dedos mochitos, fue a parar a Talara, donde me lo obsequiaron. Metía mucha espuela al cuerpo, desde los revuelos. Ese animal lo mezclé con lo que tenía de Pepe Silva. He dado vuelta por todo el Perú y nunca encontré otros gallos como los que hizo Silva. En Piura, me fue bien y eso que jugaba contra grandes aficionados como Augusto Trelles Carrasco y Arturo Ríos. Julio Seminario le compró a Koide gallos puros; uno de ellos,  fue “Pico de Oro” y lo cruzó con gallinas de Piura. Sacó gallos fuertes y mañosos, pero faltos de espuela. Una vez, por desperfectos mecánicos, estuvo un mes un barco parado que venía de Inglaterra rumbo a Lima, con gallos para Fernando Graña. Era un Giro moñón ojo de uva, pata negra. Los aficionados que tenían conocidos en aduanas, llevaban sus gallinas para que el gallo las pisara. Una de ellas, seguro la más fina, sacó tres gallos fenómenos, más espueleros que los de Silva en Chiclayo. Desde los revuelos metían espuela. Cuando llegaban al tercio de la mordida les era fácil pegar en la cabeza y matar. El Dr. Riofrío tuvo un gallo que llegó al corral, de los “Pico de Oro” de Manuel Antonio Nuñez. No sacó nada, pero cuando en la gallina de Paita entró en un gallo tuerto, hijo del Inglés, salieron seis machos, cuatro de los cuales toparon contra mis gallos. El primero, un ajiseco negro tostado concho de vino hizo volar dos o tres veces a mi gallo a un costado. Un poco herido, le volvía a poner otro gallo, y también hizo volar al otro. Topamos un cenizo parecido al Fabres y ocurrió lo mismo. Todos fueron fenómenos. Entonces le pedí a Toño tres gallos y me los dio. Me dejó el ajiseco tostado negro que le pusimos “El Aceituno”, otro cenizo giro que llamamos “El Avionero” y el cenizo “El Magnífico”. Cada uno salió invisto con 12 peleas. Por eso los metí a los que traje de Chiclayo y me salieron ojo de uva y pata negra.

Ya tenía el criollo, el inglés del Cura Pita y el 80% de Koide. Con ese gallo, empezaron a salir los pata oscuras y no sabía qué hacer porque yo tenía sólo pata amarilla. Tres años estuve matando los pata verde hasta dominar el color y volver a sacar patas amarillas y ojo blanco, como es el japonés. Allí me quedé y me salieron infinidad de buenos gallos: “El Temeroso”, “El Hermoso” y “El Magnífico”. Eso fue en Piura, entre los años 1958 y 1960. Me dediqué a hacer tres líneas, escogiendo el color, cenizos, giros y ajisecos de diferentes tonos. Uno llevó el nombre del futbolista paiteño “El Pigiro”, que se retiró invicto. Otro fue el giro “Maricón”, que de pollo, no quería armar, pero fue el padre del “Pigiro”, un gallo que dio diez generaciones de padrillos. “El Tamarindo”, viene de la mezcla de Paita. Le envié gallos a Pepe Silva y cuando se da cuenta que eran superiores a los que tenía ya los había cruzado. Entonces, agarró tarde la línea otra vez, en el nieto; en cambio yo la tengo pura. Me quedó como experiencia que no solamente hay que cruzar, sino, mezclar y mezclar con otras líneas. En consanguíneo las tres líneas separadas. Cuando no tenía hembras, tuve un excelente macho de Silva. A la hija le puse al padre, la nieta, la bisnieta y lo mismo hice con las hembras en otra forma. Mis animales los daba a amigos como Negrón en Cajamarca, otro en Talara, hacían cría y yo iba a sacar para volverlos a meter en mi línea. Es una crianza diferente porque están en distintos climas y me ha dado satisfacciones. Uno de los problemas más serios que he tenido en encontrar un buen preparador. Hasta ahora ha sido difícil. Peté era un buen preparador. Cuando trabajaba con él, nos cayó una peste que nos dejó con 12 gallos. Con esos gallos ganamos 84 peleas, entablamos unas siete y perdimos cinco. Ultimamente mi amigo Ricardo Salazar, me animó para traer huevos del Brasil del señor Elías. Después de la peste, entramos en todo, pero los gallos del Brasil, no eran lo que pensaba porque desmejoramos. El gallo brasileño, ya no pegaba en los embates al cuerpo, sino, entraba solamente a la maña y a dar a la cabeza. Ahora debemos estar en 1.5% de Elías, el resto es Vicus. Este año, quizás comience a sacar puros porque hemos vuelto. Los primeros hijos que tenemos son giros y el próximo año, sacamos ajisecos. Del giro, todos descienden del “Pigiro” y del ajiseco del “Hermoso”, porque el cenizo se transformó en ajisecos y salen pocos. Ahora nos quedan dos por el color, giros y ajisecos. Para sacar a pelear, hay que cruzar giro y ajiseco, ya sea como padre o como madre. No tengo una tercera línea. Los ajisecos pata blanca no los tengo. Sólo ajisecos; eso fue por Elías, el ajiseco tostado, un poco difusa la línea. Al mes o mes y medio de sacar la camada, nos dábamos cuenta que los pollitos de pluma coloradita eran hembras y los de pluma negra eran machos, medio medio. Los huevos de color verde son una característica de Pepe Silva. Para llevar un galpón con un plan de mejoramiento de tres líneas, necesito no más de tres hembras y seleccionadísimas. Los cinco machos que me salen en una camada tienen que ser de primera. No hay que uno es mejor o regular. Allí queda la gallina. Ese es el sistema que siempre hago. La crianza ha sido una de las bases para mantener la calidad de la raza, para que nunca abandonen una pelea onda. El pollo que saco, nunca ha sabido de un abandono en la pelea, ni siquiera cuando han peleado en la primera camada y a los que por descuido los han corrido sus hermanos, los matamos. Claro que como a otros galleros, me han corrido gallos. Te contaré una experiencia del muchacho Cano. Me mandó una gallina chilena a la que le puse un gallo ajiseco japonés “Sandokán”. Sacamos tres machos; los jugamos y ganaron en la primera pelea, pero en la segunda se corrieron. Abandonaron de arriba la pelea, de los mismos “Sandokán”, de otras gallinas con nosotros, jamás abandonaron la pelea. Por eso hay que tener cuidado con el cruce. Sólo con una camada, resulta. Allí estamos con buena suerte. Recuerdo muchas anécdotas en los gallos, sobre todo cuando vivía mi gran amigo Pedro Vera con quien viajé por el país entero. En este coliseo (Piura), él decía que teníamos dos listas de aficionados: la primera, era de Augusto Trelles Carrasco, la segunda de Román Echevarría, la tercera Arturo Riofrío y la última de Julio Seminario. Una vez alguien le dijo que se había olvidado de “Frejol” Seminario y él respondió que estaba en el puesto número dos de la lista de Villegas un viejito que tenía unos gallitos criollos. “Frejol” se molestó y hasta ahora no le habla. Tuve un gallo que no se dejaba pegar, llamado el “Tamarindo” que lo compré a Pepe Silva. Después de la segunda guerra mundial, llega al Perú un japonés que había estado prisionero en su país. El fue a traer gallos Sumatra de su tierra, pero ya no encontró porque se los habían comido. Trajo otro Shamo, parecía más grande. Era bien acertado, no muy cristiano en los frenos. Pepe Silva cruzó con lo que tenía de japonés y salieron el “Tamarindo” y el “Pepe” que lo compró Julio Seminario. Era fuerte, pegaba una mordida, metiera o no cacho, lo quebraba al otro. Nunca vi un gallo tan mañoso. Los llevamos a Guadalupe y un famoso giro tuerto en los embates, chorreó por los dos lados y éste entró a la mala. Con don Marcos de la Fuente apostamos S/.100 soles. El giro mete una patada y Marcos me dice “ya te pago”. El giro no volvió a patear en toda la pelea. El “Tamarindo” es producto de una raza metida como enfriamiento de sangre. Allí me fue bien, pero los que descompuso, fueron los de Elías. Le sacábamos con una gallina y salían pintos, cenizos, giros, blancos, oscuros, pata verde, todo. Me dieron una difusión de colores y eso me descontroló. No hay pureza. Comenzamos a sacar y nuevamente hemos entrado. Como decía el señor Koide, cuando se cruza el japonés con el criollo, antiguo, salen muy buenos. Antes de meter centroamericanos o americanos tal como es la tendencia de hoy. En el norte hay muy buenos gallos, pero casi todos han mezclado con lo que he tenido y sacan buenos; yo soy más exagerado en no mezclar y seguir. Y me va bien; ni siquiera he probado con americano, porque nunca he visto jugar uno que me haya agradado. He visto chilenos buenos, pero tampoco los he metido. He cruzado los Jerezanos de Armando Baca Rossi, pero no me ha dado resultados. Cuando la gente ve pelear un giro, se entusiasma; pero no mucho, cuando ve un ajiseco, pese a que tiene la misma sangre del giro. Ayer viste jugar dos ajisecos, y los dos han ganado. Viste que el gallo era tan bueno que en la entrada se metió dos veces de la misma ala y pateaba él solo. Jugó un poco pasado de training lo que le quitó chispa y acierto. En Chiclayo jugábamos en la calle Balta que estaba el coliseo San Isidro que lo administraba don Panchito Bracamonte. También íbamos a la hacienda “Joyita” de Pepe Cabrera en Pimentel. Tú recordarás a Bravo, tuvo unos cenizos, los más acertados que llegaron al Calla
o. El les mandó a los muchachos vega. Esos gallos descendían media sangre del Cura Pita. Eran acertadísimos, parecidos a los que sacamos con el Inglés de Paita, pero ahí no le pusieron el freno que yo le puse. De arriba el gallo se iba, dejando los gallos muertos. Respecto al Cura Pita, Pepe Silva estaba en quinto de media y yo en primero de media, pero como me gustaban los gallos, andaba con el grupo. El Cura Pita preguntaba, a quiénes nos gustaba los gallos y a la cabeza iba Silva, con seis compañeros de otras secciones. Decía que nos esperaba para darnos una clase en su casa y era para limpiarle las casillas. Era muy buena gente. Generalmente él daba usura, porque sus galos generalmente tenían que dar peso o picada. Animales pequeños comparativamente con los que se jugaban y decía que si no mataban en cinco minutos, perdía la apuesta. Era una delicadeza tener y saber cruzar para lo que uno quiere. Con una gallina chilena de mi amigo Vera, muy acertada, crucé mis gallos de maña y cacho. Pensamos sacar fenómenos, pero los hijos no salieron ni mañosos ni acertados. Allá por 1950 en Piura, había un coliseo antiguo cerca al puente en la calle Tacna donde se hacían las mejores peleas. Cuando estuvo el general Reátegui y Carlos Gandel, los aficionados construimos un coliseo que después pasó a la Federación Agraria y ahora está abandonado. Es una pena, porque en Piura no tenemos un buen coliseo. En Piura, hay cerca de diez coliseos pero ninguno de importancia. Donde más se juega, es en el San Martín y últimamente hicieron el “Vicús” con una mentalidad comercializadora, metían bailes y espectáculos. Donde se juega más, es en Lambayeque allí y Olmos, son enclaves de gallos a navaja. Si tengo que seleccionar por prioridad cinco cualidades en mi línea por orden de importancia, arrancamos por la pinta; el gallo tiene que ser bonito, tener acierto, reunir las cualidades que me gustan, pata amarilla,….   plumaje rojo, amarillo, la guapeza, mañoso, acertado y que encaje a las medidas; el balance, la altura no muy grande, sino, un poco achatado, cuello no muy largo. Aclaro que primero seleccionamos las cualidades de pelea. Si uno sale con el rabo parado, lo eliminamos antes de jugar. No tiene sentido sacar camadas del gallo de pata corta. Dentro de los defectos, elimino primero la falta de casta. Si no tiene acierto y no es raceador, no sirve. Cualquiera de los gallos que dejo para la pelea, bota bueno con cualquier gallina, no sólo con las mías. Muchos aficionados me piden gallinas, como en el caso tuyo que fue una joya bien brava, dominante. Parece que al variar de clima, esa gallina no pone huevos. Curioso, a Antonio Vera y a Pepe Silva les mandé gallinas. Al primero, no le pusieron y a Pepe una le puso y la otra no. Será porque no vacuno contra New Castle. Puede ser también que tienen tendencia a engordar. Quizás por la alimentación que le dan. Eso puede ser, porque en todas las que he matado, encontré gran cantidad de grasa. Pensamos que no iba a volver a ocurrir y sucedía. Cuando no ponían dos años, las matábamos y encontrábamos los huevos chiquitos. Ovarios infantiles, puede ser por la consanguinidad. Mi mayor problema ha sido la consanguinidad cuando no tuve cuidado al hacer las camadas; tanto que se torcían las patas y alas. Lo confundía con la Leucosis o Marek, pero era puramente genético, porque lo único que hicimos fue traer sangre fresca de otros sitios donde había llevado gallinas. Por ejemplo “El Hermoso” que nació en Sullana, con un gallo gallina que lo enviamos allá, regresó y fue un gran sacador de esa consanguinidad. Hay ciertas líneas que tienen poca resistencia al virus de Marek Leucosis que se encuentra presente en todas partes. Esa teoría es la que apliqué por lógica. Otro gallo era “José”, que ha vivido suelto en mi corral por 15 años, no reproduciendo. He tomado como padrillos a los hijos de todos los padrillos de línea longeva. Sólo así pude componer la consanguinidad. Los consanguíneos son los mejores gallos que he tenido, pero se me malograban y terminaban con deformaciones. Fui uno de los primeros en vacunar contra Marek; mejoraron, pero después volvió y ya no han traído esa vacuna. Una campaña, la llevo a cabo con 14 gallos que no es mucho. Un preparador no puede encargarse con más de 14 gallos. El problema para mí, sigue siendo la preparación. Falta un poco de criterio. El sistema de preparación antiguo, es completamente diferente al de hoy; le quitaban velocidad por darle fortaleza que en mi caso la agarra muy bien, por ser gallo japonés. Yo no encajo en el asunto. Preferible es sacar un gallo de casilla, toparlo, guardarlo, volverlo a topar y sacarlo a jugar y así juega mejor. Hace 20 años, los gallos más grandes eran los mejores y el más fuerte, el más bonito. Con los cruces que hicieron luego de la concentración en La Alameda, todos se fueron al gallo chico y me vi en la necesidad de seleccionar; bajamos a seis libras y ahora ya no sacamos más de cinco libras y media. Lo he reducido a puro pulso, mezclando entre ellos. Mi plantel de gallinas probadas es de 9, tres por cada línea y también dejamos tres pollas de reemplazo por cada línea para el siguiente año. Buscamos que sea de tal gallina roja, de las giras de otro color y las del cenizo de otro lado, aunque creo que estas últimas se me han ido, pero pueden volver. Antes tenía unas gallinitas cucarachas de Pepe Silva. Me dio un gallo gallineto cenizo, moñón, cuyas hijas ponían huevos verdes. Ese gallo era de la que llamaba “la gallina de los huevos de oro” de Koide con una gallineta de Marchena de Trujillo. Por eso tuve la línea de las chalanas que fue una gallineta hija del aceituno que tenía del Inglés con las de Pepe Silva. Salió cucaracha ajiseca, tabaco oscuro, linda gallina. Tuve 15 hijos de esa gallineta y todos eran matadores por excelencia, muy acertadas por el gallo Inglés. No me gustan las espuelas demasiado grandes sino, término medio con un poquito más de una pulgada porque mis gallos son de pegada de entrada. Cuando la espuela es muy grande, pega muy abrochado, no se acomoda muy bien, no abre las patas, cierra la envergadura que tiene. Hay que reconocer que en los gallos de Elías, algunos nietos jugaban con espuelas de media pulgada bien fina y los cuatro gallos que he jugado han ganado a las tres patadas. La primera a la cabeza, se queda clavado y a la otra mordida, muere. No soy partidario de jugar con espuelas de metal. Yo quiero mucho a mis animales, por eso no entiendo a los gallos de navaja; deben tener mucha calidad; eso de que se muera un gallo, me daría mucha pena. Gallos descartables. Si fuera navajero, tendría que sacar 100 gallos descartables y no se si alguno de esos ganadores, lo dejaría para padrillo.

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